/ domingo 27 de enero de 2019

SINE QUA NON

La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino

(El libertador Simón Bolívar 1783-1830)


CONTEXTO

El problema político en Venezuela, parece una crónica ya anunciada. Y qué a ojos vistos su esencia es, por supuesto, el petróleo. El sector poderoso de los EUA, quiere tener, sino bajo su total dominio, al menos bajo control económico. Y Mr. Trump –dicho sin exageración- es un mero títere. Como al igual resultan, en contraste con lo que fue su ejercicio ineficaz, Felipillo Calderón y su sucesor el neocacique de San Cristóbal, Gto., que han estado “con todo” contra Hugo Chávez y ahora, de su “heredero político”, Nicolás Maduro Moros.

Es evidente la intromisión de “Washington” en los asuntos de Venezuela, y que ahora con más contundencia, al “ofrecer” 20 millones de dólares para el “presidente interino”, el diputado Guaidó, sumada la postura de la OEA y el “grupo de Lima”, que se pasan por el arco del triunfo la Constitución Venezolana, el Derecho Internacional Público y algunos Tratados Internacionales, incluso resoluciones de la ONU y la OEA, que sustentan los principios de no intervención y/o autodeterminación de los Pueblos, es decir, respeto a la independencia, soberanía y gobierno de las Naciones miembros.

Existen evidencias públicas de que en Venezuela –dicho sin importar ideologías- hubo elecciones constitucionales en mayo de 2018. Participaron 16 de 19 partidos políticos que allá existen, votaron más de 9 millones de ciudadanos, hubo observadores extranjeros, no hubo impugnaciones electorales, se postularon Nicolás Maduro y 5 candidatos: Henri Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada, Francisco Visconti Osorio, Luis Alejandro Ratti, aunque los dos últimos se retiraron de la contienda.


LA MOLESTIA POLÍTICA

La derecha y/o ultraderecha en los EUA, y de paso en sus satélites mexicanos, de Centro y Sudamérica (12 países: “Grupo de Lima”), se oponen a la ideología bolivariana, cuya esencia ha sido el antiimperialismo y anticolonialismo, en oposición –en su inicio- al yugo español, sin soslayar a Francia e Inglaterra (Y hoy, de EU); pues Simón Bolívar, pugnó por la unidad de los países latinoamericanos, incluido México, y también contra la “doctrina Monroe” (1823), ya que ésta considera: “América, para los americanos” (Con ideología de qué América, es sólo los EUA), doctrina irónicamente propuesta por el presidente James Monroe, en defensa y previsión de la intervención europea en los asuntos y sobre todo, la soberanía e independencia de los EUA.

A finales de los años noventa, resurge el ideal bolivariano, con Hugo Chávez, añadiendo ideas de Karl Marx y retomando posturas de filosofía política de Jean-Jacques Rousseau, en una especie de “socialismo regional y solidario”. El extinto presidente venezolano, de por sí polémico, llamó al movimiento: “revolución bolivariana”, sumándose Bolivia, con Evo Morales, Ecuador, con Rafael Correa, y otros Estados, apoyando el movimiento: Cuba, Colombia, Perú, Ecuador, Panamá y Nicaragua; antes de Bolsonaro, también, Brasil. Algunos miembros del conocido grupo de San Paulo, que aglutina gobiernos de izquierda en Latinoamérica.


LA POSTURA MEXICANA

En política exterior es tradición respetar los principios de no intervención y de autodeterminación de los Pueblos. Ideal que se fortaleció en la postguerra (2da guerra mundial), aunque no muy explícito desde la integración de la ONU, en 1948. Afinado en 1970, 1975 y con mayor contundencia en 1993, en la Conferencia Internacional Americana. Así los conflictos internacionales, se dirimirán en una Corte Internacional, sin perjuicio de la amigable composición.

Toda norma, tiene su excepción, y si está autorizada la intervención: “Cuando esté en peligro la vida colectiva, cuando se tenga que impedir otra intervención; cuando se trate de impedir o reprimir violaciones al derecho internacional público”. La tendencia actual, es que se ve positiva la intervención, tratándose de los derechos humanos, la promoción y/o protección del sistema democrático, en que Mr. Trump, pretende justificar su intervención, directa o indirecta.

Nuestra Carta Magna Federal, en su artículo 89, establece la postura obligatoria del presidente de la República, respecto a la política exterior: “Fracción X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar, suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los mismos, sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y

la seguridad internacionales.” El texto no deja duda alguna, sobre el mandato constitucional que hoy, Andrés Manuel López Obrador, más allá de su simpatía por Venezuela, dice y debe respetar.

Hay antecedentes históricos álgidos desde 1821 con Guadalupe Victoria, en la independencia, posteriormente don Benito Juárez y luego, don Venustiano Carranza, como Presidentes que enfrentaron el asedio extranjero y la falta de reconocimiento de sus gobiernos, en un momento dado, por haberse constituido “en la ilegalidad de una revuelta de insurrectos”. Y posteriormente un antecedente importante fue la llamada “doctrina Estrada”, qué enarboló el respeto a la autonomía de los Estados, en tiempos de Pascual Ortíz Rubio (1930), que expuso su Secretario de Relaciones Exteriores, don Genaro Estrada, periodista, escritor y diplomático, oriundo de Sinaloa. También fungió el mismo cargo con Emilio Portes Gil y Plutarco Elías Calles. Hay que decir, que México ingresó a la ONU, hasta 1931.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON

Es usual y válido en la democracia, que algunos no apoyen la postura de don Andrés Manuel, en este asunto de Venezuela y, quieran qué el Presidente, se sume a “defenestrar” a Nicolás Maduro. Incluso sin tener información y certeza del origen y sustancia del conflicto. Pero, es justo reconocer, sencillamente, que AMLO obedece el Estatuto Constitucional y así, no intervenir en la situación venezolana. Al contrario de Mr. Trump, cuya personalidad e interés político, no requiere mayor explicación.

Por fortuna, no es hoy, titular del Ejecutivo Federal, en nefando “presidente del cambio en el 2000”, quien en franca violación al artículo 89 de la Constitución Federal, se arrodilló ante George W. Bush y entró en conflicto diplomático con Cuba, con aquélla penosa frase: “Comes y te vas”, que consignó contra Fidel Castro Ruz y ocasionó un rompimiento en las relaciones bilaterales.

Ahora, si López Obrador, fuera mediador en el conflicto venezolano, estaría dentro del marco constitucional –solución pacífica de controversias- y deberá ser autorizado por el Senado Mexicano y, por supuesto, a petición del gobierno legítimo de Venezuela, es decir, de Nicolás Maduro. Nunca con la complacencia o “autorización” de Mr. Trump, pues éste, sigue siendo ajeno, aunque por otra parte, intervenga directa o indirectamente en la asonada contra Maduro. Y sin perjuicio de qué en México, tenemos nuestras prioridades, que para algunos la mediación –sólo una posibilidad, hasta hoy- es también, “intervención” y mejor no se distraiga don Andrés Manuel, ya que de por sí, el “huachicol” no nos deja en paz.


Tienen ustedes, mis estimados lectores, la última opinión como es usual. Salud, Alegría y Prosperidad.

La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino

(El libertador Simón Bolívar 1783-1830)


CONTEXTO

El problema político en Venezuela, parece una crónica ya anunciada. Y qué a ojos vistos su esencia es, por supuesto, el petróleo. El sector poderoso de los EUA, quiere tener, sino bajo su total dominio, al menos bajo control económico. Y Mr. Trump –dicho sin exageración- es un mero títere. Como al igual resultan, en contraste con lo que fue su ejercicio ineficaz, Felipillo Calderón y su sucesor el neocacique de San Cristóbal, Gto., que han estado “con todo” contra Hugo Chávez y ahora, de su “heredero político”, Nicolás Maduro Moros.

Es evidente la intromisión de “Washington” en los asuntos de Venezuela, y que ahora con más contundencia, al “ofrecer” 20 millones de dólares para el “presidente interino”, el diputado Guaidó, sumada la postura de la OEA y el “grupo de Lima”, que se pasan por el arco del triunfo la Constitución Venezolana, el Derecho Internacional Público y algunos Tratados Internacionales, incluso resoluciones de la ONU y la OEA, que sustentan los principios de no intervención y/o autodeterminación de los Pueblos, es decir, respeto a la independencia, soberanía y gobierno de las Naciones miembros.

Existen evidencias públicas de que en Venezuela –dicho sin importar ideologías- hubo elecciones constitucionales en mayo de 2018. Participaron 16 de 19 partidos políticos que allá existen, votaron más de 9 millones de ciudadanos, hubo observadores extranjeros, no hubo impugnaciones electorales, se postularon Nicolás Maduro y 5 candidatos: Henri Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada, Francisco Visconti Osorio, Luis Alejandro Ratti, aunque los dos últimos se retiraron de la contienda.


LA MOLESTIA POLÍTICA

La derecha y/o ultraderecha en los EUA, y de paso en sus satélites mexicanos, de Centro y Sudamérica (12 países: “Grupo de Lima”), se oponen a la ideología bolivariana, cuya esencia ha sido el antiimperialismo y anticolonialismo, en oposición –en su inicio- al yugo español, sin soslayar a Francia e Inglaterra (Y hoy, de EU); pues Simón Bolívar, pugnó por la unidad de los países latinoamericanos, incluido México, y también contra la “doctrina Monroe” (1823), ya que ésta considera: “América, para los americanos” (Con ideología de qué América, es sólo los EUA), doctrina irónicamente propuesta por el presidente James Monroe, en defensa y previsión de la intervención europea en los asuntos y sobre todo, la soberanía e independencia de los EUA.

A finales de los años noventa, resurge el ideal bolivariano, con Hugo Chávez, añadiendo ideas de Karl Marx y retomando posturas de filosofía política de Jean-Jacques Rousseau, en una especie de “socialismo regional y solidario”. El extinto presidente venezolano, de por sí polémico, llamó al movimiento: “revolución bolivariana”, sumándose Bolivia, con Evo Morales, Ecuador, con Rafael Correa, y otros Estados, apoyando el movimiento: Cuba, Colombia, Perú, Ecuador, Panamá y Nicaragua; antes de Bolsonaro, también, Brasil. Algunos miembros del conocido grupo de San Paulo, que aglutina gobiernos de izquierda en Latinoamérica.


LA POSTURA MEXICANA

En política exterior es tradición respetar los principios de no intervención y de autodeterminación de los Pueblos. Ideal que se fortaleció en la postguerra (2da guerra mundial), aunque no muy explícito desde la integración de la ONU, en 1948. Afinado en 1970, 1975 y con mayor contundencia en 1993, en la Conferencia Internacional Americana. Así los conflictos internacionales, se dirimirán en una Corte Internacional, sin perjuicio de la amigable composición.

Toda norma, tiene su excepción, y si está autorizada la intervención: “Cuando esté en peligro la vida colectiva, cuando se tenga que impedir otra intervención; cuando se trate de impedir o reprimir violaciones al derecho internacional público”. La tendencia actual, es que se ve positiva la intervención, tratándose de los derechos humanos, la promoción y/o protección del sistema democrático, en que Mr. Trump, pretende justificar su intervención, directa o indirecta.

Nuestra Carta Magna Federal, en su artículo 89, establece la postura obligatoria del presidente de la República, respecto a la política exterior: “Fracción X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar, suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los mismos, sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y

la seguridad internacionales.” El texto no deja duda alguna, sobre el mandato constitucional que hoy, Andrés Manuel López Obrador, más allá de su simpatía por Venezuela, dice y debe respetar.

Hay antecedentes históricos álgidos desde 1821 con Guadalupe Victoria, en la independencia, posteriormente don Benito Juárez y luego, don Venustiano Carranza, como Presidentes que enfrentaron el asedio extranjero y la falta de reconocimiento de sus gobiernos, en un momento dado, por haberse constituido “en la ilegalidad de una revuelta de insurrectos”. Y posteriormente un antecedente importante fue la llamada “doctrina Estrada”, qué enarboló el respeto a la autonomía de los Estados, en tiempos de Pascual Ortíz Rubio (1930), que expuso su Secretario de Relaciones Exteriores, don Genaro Estrada, periodista, escritor y diplomático, oriundo de Sinaloa. También fungió el mismo cargo con Emilio Portes Gil y Plutarco Elías Calles. Hay que decir, que México ingresó a la ONU, hasta 1931.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON

Es usual y válido en la democracia, que algunos no apoyen la postura de don Andrés Manuel, en este asunto de Venezuela y, quieran qué el Presidente, se sume a “defenestrar” a Nicolás Maduro. Incluso sin tener información y certeza del origen y sustancia del conflicto. Pero, es justo reconocer, sencillamente, que AMLO obedece el Estatuto Constitucional y así, no intervenir en la situación venezolana. Al contrario de Mr. Trump, cuya personalidad e interés político, no requiere mayor explicación.

Por fortuna, no es hoy, titular del Ejecutivo Federal, en nefando “presidente del cambio en el 2000”, quien en franca violación al artículo 89 de la Constitución Federal, se arrodilló ante George W. Bush y entró en conflicto diplomático con Cuba, con aquélla penosa frase: “Comes y te vas”, que consignó contra Fidel Castro Ruz y ocasionó un rompimiento en las relaciones bilaterales.

Ahora, si López Obrador, fuera mediador en el conflicto venezolano, estaría dentro del marco constitucional –solución pacífica de controversias- y deberá ser autorizado por el Senado Mexicano y, por supuesto, a petición del gobierno legítimo de Venezuela, es decir, de Nicolás Maduro. Nunca con la complacencia o “autorización” de Mr. Trump, pues éste, sigue siendo ajeno, aunque por otra parte, intervenga directa o indirectamente en la asonada contra Maduro. Y sin perjuicio de qué en México, tenemos nuestras prioridades, que para algunos la mediación –sólo una posibilidad, hasta hoy- es también, “intervención” y mejor no se distraiga don Andrés Manuel, ya que de por sí, el “huachicol” no nos deja en paz.


Tienen ustedes, mis estimados lectores, la última opinión como es usual. Salud, Alegría y Prosperidad.

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