/ domingo 4 de febrero de 2024

Sine Qua Non

La sal en la herida

Estimados lectores de cualquier género, como saben, ya entrados en una campaña electoral atípica -e ilegal, para más claridad- que rompe con las normas legales de la materia, en tiempos, oportunidad, modos disfrazados de proselitismo, opacidad en los recursos y gastos, pero sobre todo en el uso indiscriminado de la demagogia. Popularmente, se le conoce como “atole con el dedo”.

¿No hay de otra? Es decir ¿Es concluyente? Si es así, la mentira está ya en el ADN de Partidos, Candidatos de cualquier género, incluso, los “inventados”, funcionarios, mandatarios y todo aquel, que de una u otra manera, incursiona en la mentada política electoral, y de ejercicio constitucional. Y para más confusiones o recursos usados para lograr el verdadero fin: El Poder, o su continuismo.

No tienen que ver con una práctica lógica y hasta de Derechos Humanos en el área política. El trabajo, las campañas, el proselitismo. El punto es, muy importante: La gran mayoría de esos personajes, recurren a la mentira para atraer votos y, una de esas palancas es mantener o provocar la mentada “esperanza”. Amén de autodefinirse -por esos “políticos”- como blancas palomas, como potentados de honestidad, de amor al Pueblo, de traer en su morral cualquiera solución que se ofrezca y/o que quiera ser oída.

Un recurso, que resulta ya consumado, que hubo un sinfín de investigaciones, un proceso muy “sobado”, pero que, no hay duda, resulta atractivo para ponerlo sobre la palestra política: El caso Colosio. Si pensamos como bien nacidos, -una gran mayoría de mexicanos lo es- que fue un delito, un crimen de gran proporción, por sus implicaciones o efectos políticos, y digo con respeto que no sé si deba catalogarse como un magnicidio y ello en razón de que no hay ese tipo penal especifico, aunque en su momento y dejando de lado el oportunismo electorero, Luis Donaldo Colosio Murrieta, fue un político relevante, de ahí, la denominación de su asesinato, como un magnicidio.

Por supuesto, que una figura que viene a la mente con la simple mención de tal crimen, es su perpetrador: Mario Aburto Martínez, asesino, que nos han dicho confesó su crimen. Sin meternos en peteneras técnicas jurídicas, y lo que es obvio, Aburto lleva casi 30 años en reclusión. Y su delito se agravó por clasificarse como premeditado, con alevosía y ventaja, incluso, se puede tratar de traición. A últimas fechas y más concretamente desde que AMLO arribó al poder ejecutivo, Aburto, interpuso un amparo, con intención de invalidar la pena impuesta, mismo que resolvió un Tribunal Colegiado y le concedió la petición, sin embargo, la Fiscalía General de la República, impugnó esa resolución, precisamente por la magnitud del crimen y sus consecuencias. La pena máxima para un delito de homicidio simple e intencional, en materia federal es de 24 años, lo que es evidente que Aburto ya cumplió. Pero el problema, es que tal homicidio tuvo y parece que tiene a la fecha, otras implicaciones, precisamente, de su efecto político. Lo que a la vista, es aprovechado para traer “agua al molino político”. Y una vertiente es la violación de los Derechos Humanos, de Mario Aburto, pues afirma que su confesión fue bajo tortura, y de ahí, surge la estrategia para pedir su indulto. Facultad del presidente de la República, aunque con requisitos inexcusables y demostrados, principales: 1. Evidencia de la violación a esos Derechos Fundamentales y Humanos; 2. Reconocimiento de inocencia y que no se considere peligroso socialmente.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Es factible que Aburto, a estas alturas pudo haberse readaptado para salir a la sociedad, no se trató de un asesino en serie, por ejemplo, ni psicópata -en términos relativos-, y dado nuestro “sistema judicial” y el efecto buscado -y logrado- por el crimen, es posible que haya sido torturado. Sin embargo, probar esa violación a sus Derechos Humanos, es tarea imposible, por el simple transcurso del tiempo. Y es ahí, donde entra la argucia política, para seguir “echando sal a la herida”, una lesión social, sí. Al grado, que inusitadamente, el hijo de Luis Donaldo, que ahora quiere saltar a senador de la República, ha dicho que, deberían indultar a Mario Aburto. ¿También se infectó de la perniciosa politiquería, como su compadre Samuel?

En México, lo que debería suceder, es que sí se aplicara la Ley, en todos los casos, magnos o nimios. Y los políticos, que no tienen proyecto, ni algún interés real en resolver tantos problemas que nos aquejan, salgan a última hora, como paladines de la justicia. Es lo que hay. Cuídense mucho.

La sal en la herida

Estimados lectores de cualquier género, como saben, ya entrados en una campaña electoral atípica -e ilegal, para más claridad- que rompe con las normas legales de la materia, en tiempos, oportunidad, modos disfrazados de proselitismo, opacidad en los recursos y gastos, pero sobre todo en el uso indiscriminado de la demagogia. Popularmente, se le conoce como “atole con el dedo”.

¿No hay de otra? Es decir ¿Es concluyente? Si es así, la mentira está ya en el ADN de Partidos, Candidatos de cualquier género, incluso, los “inventados”, funcionarios, mandatarios y todo aquel, que de una u otra manera, incursiona en la mentada política electoral, y de ejercicio constitucional. Y para más confusiones o recursos usados para lograr el verdadero fin: El Poder, o su continuismo.

No tienen que ver con una práctica lógica y hasta de Derechos Humanos en el área política. El trabajo, las campañas, el proselitismo. El punto es, muy importante: La gran mayoría de esos personajes, recurren a la mentira para atraer votos y, una de esas palancas es mantener o provocar la mentada “esperanza”. Amén de autodefinirse -por esos “políticos”- como blancas palomas, como potentados de honestidad, de amor al Pueblo, de traer en su morral cualquiera solución que se ofrezca y/o que quiera ser oída.

Un recurso, que resulta ya consumado, que hubo un sinfín de investigaciones, un proceso muy “sobado”, pero que, no hay duda, resulta atractivo para ponerlo sobre la palestra política: El caso Colosio. Si pensamos como bien nacidos, -una gran mayoría de mexicanos lo es- que fue un delito, un crimen de gran proporción, por sus implicaciones o efectos políticos, y digo con respeto que no sé si deba catalogarse como un magnicidio y ello en razón de que no hay ese tipo penal especifico, aunque en su momento y dejando de lado el oportunismo electorero, Luis Donaldo Colosio Murrieta, fue un político relevante, de ahí, la denominación de su asesinato, como un magnicidio.

Por supuesto, que una figura que viene a la mente con la simple mención de tal crimen, es su perpetrador: Mario Aburto Martínez, asesino, que nos han dicho confesó su crimen. Sin meternos en peteneras técnicas jurídicas, y lo que es obvio, Aburto lleva casi 30 años en reclusión. Y su delito se agravó por clasificarse como premeditado, con alevosía y ventaja, incluso, se puede tratar de traición. A últimas fechas y más concretamente desde que AMLO arribó al poder ejecutivo, Aburto, interpuso un amparo, con intención de invalidar la pena impuesta, mismo que resolvió un Tribunal Colegiado y le concedió la petición, sin embargo, la Fiscalía General de la República, impugnó esa resolución, precisamente por la magnitud del crimen y sus consecuencias. La pena máxima para un delito de homicidio simple e intencional, en materia federal es de 24 años, lo que es evidente que Aburto ya cumplió. Pero el problema, es que tal homicidio tuvo y parece que tiene a la fecha, otras implicaciones, precisamente, de su efecto político. Lo que a la vista, es aprovechado para traer “agua al molino político”. Y una vertiente es la violación de los Derechos Humanos, de Mario Aburto, pues afirma que su confesión fue bajo tortura, y de ahí, surge la estrategia para pedir su indulto. Facultad del presidente de la República, aunque con requisitos inexcusables y demostrados, principales: 1. Evidencia de la violación a esos Derechos Fundamentales y Humanos; 2. Reconocimiento de inocencia y que no se considere peligroso socialmente.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Es factible que Aburto, a estas alturas pudo haberse readaptado para salir a la sociedad, no se trató de un asesino en serie, por ejemplo, ni psicópata -en términos relativos-, y dado nuestro “sistema judicial” y el efecto buscado -y logrado- por el crimen, es posible que haya sido torturado. Sin embargo, probar esa violación a sus Derechos Humanos, es tarea imposible, por el simple transcurso del tiempo. Y es ahí, donde entra la argucia política, para seguir “echando sal a la herida”, una lesión social, sí. Al grado, que inusitadamente, el hijo de Luis Donaldo, que ahora quiere saltar a senador de la República, ha dicho que, deberían indultar a Mario Aburto. ¿También se infectó de la perniciosa politiquería, como su compadre Samuel?

En México, lo que debería suceder, es que sí se aplicara la Ley, en todos los casos, magnos o nimios. Y los políticos, que no tienen proyecto, ni algún interés real en resolver tantos problemas que nos aquejan, salgan a última hora, como paladines de la justicia. Es lo que hay. Cuídense mucho.

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