/ viernes 4 de junio de 2021

El Poder de los Números

Este próximo 6 de junio nace la nueva oportunidad de cambiar para bien o para mal el punto de partida de los próximos 3 años, en términos socio-políticos.

En las últimas elecciones ha resultado ganador el mal de toda la democracia en cualquier país por avanzado que sea, y hablamos del abstencionismo. El abstencionismo hasta el día de hoy ha sido ese enemigo público y silencioso que es peor que la hipertensión arterial, pues, aunque nadie se muere por no ir a votar también nadie puede ser completamente feliz evitando el sufragio.

Y es que el ir a votar va más allá que cumplir con la obligación ciudadana, más allá de sentirnos bien por votar por aquel que creemos que ganará, incluso va más allá que cumplir las demandas de ir a votar ejercidas por la familia, salir a votar este 6 de junio es dar certidumbre que todos estamos enrolados en el tema del bienestar colectivo. Y el abstencionismo es sencillamente todo lo contrario a lo que la democracia mexicana ha querido construir por años, el abstencionismo no suma a nadie ni a nada, punto.

Solo imaginemos que la mitad de personas que están en la lista nominal votaran, y que el ganador de la elección gane con el 40% de estos votos, lo que se traduce que solo el 20% de la población en este listado votó por este candidato, es decir, 2 de cada 10 personas decidieron quién gana.

Quizás esto no cambie mucho si es que gana el mismo candidato con el mismo porcentaje de votos, pero con un porcentaje de abstencionismo de un 20%.

Pero claro que cambia, porque se traduce que alrededor de 4 de cada 10 personas habrán votado por este candidato y no solo 2. Existe un mayor peso, un mayor compromiso, un verdadero honor por hacer cumplir y servir a la gente. Y pensándolo de otro modo, siempre será más “relax” para un político cumplirle a 2 que a 4. Sé que no es la idea, la idea por muy utópica que sea, será siempre cumplir a 10 de cada 10, independientemente el abstencionismo y la diversificación del voto. Sin embargo, nosotros como sociedad civil organizada tenemos la facultad de hacer cumplir a los gobernantes y evitar que su estadío de “relax” se perpetúe por 3 o más años.

Históricamente en México como en la mayoría de los derechos que se han obtenido, existen personas que han muerto por defender este derecho. No hay que echarlo a saco roto, votar como se ha mencionado es más que solo elegir a un candidato, también es elegir las pólizas correctas y las personas que reflejan tus intereses al determinar decisiones que afectaran a la ciudad, Estado o País en su debido momento. Y resulta paradójico que en un país tan desigualdad de oportunidades, bienes o servicios, donde la polarización política no hace más que exacerbar esta desigualdad, tengamos un arma tan poderosa tan cercana a todos que es la igualdad natural de votar, el mejor instrumento de la democracia. Será entonces que nosotros mismos nos sentimos bien estar en plena desigualdad porque donde reside la paradoja es que en el instrumento igualitario la mayoría decide abstenerse de él. Justificaciones sobraran, y por muchas disposiciones novedosas que surjan como una “ley seca”, siempre habrá motivos más fuertes para permanecer en la comodidad del sofá, para posteriormente despertarnos al día siguiente y lo primero que hagamos sea quejarnos por los resultados electorales. ¡Que contradictorio!

Esperemos que este domingo que se acerca, sea un síntoma de bienestar, de fiesta, donde las mayorías en los rincones del país se manifiesten, confíen, promuevan y, sobre todo, voten. El poder de los números en estas elecciones será el resultado de un hartazgo embravecido o una comunión reconciliatoria. Cada quien elige el color que quiera con ese poder, blanco o negro.

Este próximo 6 de junio nace la nueva oportunidad de cambiar para bien o para mal el punto de partida de los próximos 3 años, en términos socio-políticos.

En las últimas elecciones ha resultado ganador el mal de toda la democracia en cualquier país por avanzado que sea, y hablamos del abstencionismo. El abstencionismo hasta el día de hoy ha sido ese enemigo público y silencioso que es peor que la hipertensión arterial, pues, aunque nadie se muere por no ir a votar también nadie puede ser completamente feliz evitando el sufragio.

Y es que el ir a votar va más allá que cumplir con la obligación ciudadana, más allá de sentirnos bien por votar por aquel que creemos que ganará, incluso va más allá que cumplir las demandas de ir a votar ejercidas por la familia, salir a votar este 6 de junio es dar certidumbre que todos estamos enrolados en el tema del bienestar colectivo. Y el abstencionismo es sencillamente todo lo contrario a lo que la democracia mexicana ha querido construir por años, el abstencionismo no suma a nadie ni a nada, punto.

Solo imaginemos que la mitad de personas que están en la lista nominal votaran, y que el ganador de la elección gane con el 40% de estos votos, lo que se traduce que solo el 20% de la población en este listado votó por este candidato, es decir, 2 de cada 10 personas decidieron quién gana.

Quizás esto no cambie mucho si es que gana el mismo candidato con el mismo porcentaje de votos, pero con un porcentaje de abstencionismo de un 20%.

Pero claro que cambia, porque se traduce que alrededor de 4 de cada 10 personas habrán votado por este candidato y no solo 2. Existe un mayor peso, un mayor compromiso, un verdadero honor por hacer cumplir y servir a la gente. Y pensándolo de otro modo, siempre será más “relax” para un político cumplirle a 2 que a 4. Sé que no es la idea, la idea por muy utópica que sea, será siempre cumplir a 10 de cada 10, independientemente el abstencionismo y la diversificación del voto. Sin embargo, nosotros como sociedad civil organizada tenemos la facultad de hacer cumplir a los gobernantes y evitar que su estadío de “relax” se perpetúe por 3 o más años.

Históricamente en México como en la mayoría de los derechos que se han obtenido, existen personas que han muerto por defender este derecho. No hay que echarlo a saco roto, votar como se ha mencionado es más que solo elegir a un candidato, también es elegir las pólizas correctas y las personas que reflejan tus intereses al determinar decisiones que afectaran a la ciudad, Estado o País en su debido momento. Y resulta paradójico que en un país tan desigualdad de oportunidades, bienes o servicios, donde la polarización política no hace más que exacerbar esta desigualdad, tengamos un arma tan poderosa tan cercana a todos que es la igualdad natural de votar, el mejor instrumento de la democracia. Será entonces que nosotros mismos nos sentimos bien estar en plena desigualdad porque donde reside la paradoja es que en el instrumento igualitario la mayoría decide abstenerse de él. Justificaciones sobraran, y por muchas disposiciones novedosas que surjan como una “ley seca”, siempre habrá motivos más fuertes para permanecer en la comodidad del sofá, para posteriormente despertarnos al día siguiente y lo primero que hagamos sea quejarnos por los resultados electorales. ¡Que contradictorio!

Esperemos que este domingo que se acerca, sea un síntoma de bienestar, de fiesta, donde las mayorías en los rincones del país se manifiesten, confíen, promuevan y, sobre todo, voten. El poder de los números en estas elecciones será el resultado de un hartazgo embravecido o una comunión reconciliatoria. Cada quien elige el color que quiera con ese poder, blanco o negro.