/ miércoles 17 de abril de 2024

¿Cuándo Terminará?

Abril comienza con m de muerte, cuando el sol estaba sonriendo en las alturas viendo cómo un centenar de gorras se comenzaron a desvanecer después de los gritos eufóricos y porras con silbatos con la lengua de intermedio, se pusieron a caminar por una calle pequeña, de esas que en las comunidades ya no levantan tanto polvo, esas calles que hacen las correrías de las bicis más ligeras y más rápidas, las caras llenas del calor de estos días voltean a ver el murmullo que el poco viento deja pasar, porque es hora de que todavía nadie se encierra, porque estaba la actividad que marca todos los inicios de semana, hay motos en algunas calles porque el traslado lleva más rápido a los destinos del diario menester que la bici le ha dejado el paso libre y hasta las chamacas con el pelo revuelto y sin casco deambulan en estos lugares por donde a veces pasan caballos con sus cascos metálicos, las tiendas ya muchas tienen cortinas metálicas, la población ya no camina con tanta tierra en los ojos; surtirse de un refresco frío de sabor o una botana de harina frita espolvoreada con un poco de sabor a picante con sal; algunas de estas tiendas se surten de frutos y verduras en la cabecera municipal porque a las cuatro de la mañana los trabajadores y dueños de negocios del mercado de abastos sacan su sueño de la cabeza para hacer cuentas en las ventas y para subir a las camionetas los pedidos. Los compradores entran a los locales adaptados, muchos en sus casas por la facilidad y comodidad de atender su negocio. Los muchachos meten las manos en las bolsas del pantalón azul, esos, los que ya existe en todos lados, algunos rotos en las rodillas a propósito pero estos tipos de pantalones con bolsillos que aprietan la mano al buscar el pago del antojo para pasar el día. Esa tarde el ambiente se ponía espeso como el del Viernes Santo en el que las mejillas sienten los rayos solares fuertes, las frentes tienen sudor, las sienes también escurren desde la gorra o el sombrero que en algunos cubre la cabeza, los cabellos cortos en los chamacos se secan con las manos. Los ruidos extraños se escuchan en las festividades, bajo el tronar de los cuetes que desde las nubes gritan con esplendor la misa del festejo, esa celebración que trae a los vendedores de globos, los dulces de leche, algodones de azúcar en varas o palitos largos, pero nada como los truenos de ese día, nada como tan raros estruendos que se escuchó hasta en los callejones, los gritos no dejaron escuchar el desvanecimiento del cuerpo de esa mujer que llevaba la cara tan orgullosa de ser la heroína que se dirigió unos minutos antes y que cientos de ojos le miraban con las ganas y las sonrisas claras, ella fue cegada por los proyectiles de la infamia, se le cerraron los discursos, le bloquearon su caminar, le cambiaron la mirada de alguien que quería forjar un futuro para las comunidades de todo el municipio. No se vale que las calles se cimbren con estos espectáculos horrendos, no es válido que las familias lloren estas pérdidas, no debemos tener las manos rojas, ni los ojos tristes, es feo el color negro forzado por estas circunstancias, tampoco se debe cegar el cuerpo de una dama que buscaba el bien de los futuros días, no debemos seguir estas líneas divisorias de los abrazos y ya saben por qué lo escribo, debemos parar, hay que santificar los días, hay que apagar la maldad, sí, esa que se ha desatado por la facilidad de la impunidad, dejemos de hacer que la vida se acorte, agarremos en las manos las cruces del que fue crucificado sin culpa, dejemos fuera la fragilidad que tiene el cuerpo ante las armas que en manos de mentes bajas andan ocultos en la incapacidad de los guardianes enviados desde fuera, acabemos con las marcas de rabia que dan estos actos que siempre se ocultan y no tienen remedio, busquemos solamente la tranquilidad y la solvencia del que sale de casa para regresar siempre y que no se pierda como sucedió ahora. Ya nada se respeta, uno de los mandamientos que cargó Moisés en su brazo derecho no se mete en esas mentes que corren en motos rápidas, se desobedecen las escrituras porque ya no existen en todos los hogares, las manos que se deben usar para invocar a Dios en la figura del cuerpo disparan, apuntan sin reflexionar, los cerebros malos solamente se automatizan, son robots que obedecen conforme al pago o a la simple ordenanza de algún cabecilla, se llevan armas guardadas donde antes se escondían los panes. Ahora debemos implorar porque termine, pare, se acabe esta facilidad, guardemos en el corazón la magia de vivir la vida, se debe acabar con calles cerradas por la investigación tardía, se debe pensar solamente en la maravilla que el Señor nos puso en nuestro cuerpo.

Abril comienza con m de muerte, cuando el sol estaba sonriendo en las alturas viendo cómo un centenar de gorras se comenzaron a desvanecer después de los gritos eufóricos y porras con silbatos con la lengua de intermedio, se pusieron a caminar por una calle pequeña, de esas que en las comunidades ya no levantan tanto polvo, esas calles que hacen las correrías de las bicis más ligeras y más rápidas, las caras llenas del calor de estos días voltean a ver el murmullo que el poco viento deja pasar, porque es hora de que todavía nadie se encierra, porque estaba la actividad que marca todos los inicios de semana, hay motos en algunas calles porque el traslado lleva más rápido a los destinos del diario menester que la bici le ha dejado el paso libre y hasta las chamacas con el pelo revuelto y sin casco deambulan en estos lugares por donde a veces pasan caballos con sus cascos metálicos, las tiendas ya muchas tienen cortinas metálicas, la población ya no camina con tanta tierra en los ojos; surtirse de un refresco frío de sabor o una botana de harina frita espolvoreada con un poco de sabor a picante con sal; algunas de estas tiendas se surten de frutos y verduras en la cabecera municipal porque a las cuatro de la mañana los trabajadores y dueños de negocios del mercado de abastos sacan su sueño de la cabeza para hacer cuentas en las ventas y para subir a las camionetas los pedidos. Los compradores entran a los locales adaptados, muchos en sus casas por la facilidad y comodidad de atender su negocio. Los muchachos meten las manos en las bolsas del pantalón azul, esos, los que ya existe en todos lados, algunos rotos en las rodillas a propósito pero estos tipos de pantalones con bolsillos que aprietan la mano al buscar el pago del antojo para pasar el día. Esa tarde el ambiente se ponía espeso como el del Viernes Santo en el que las mejillas sienten los rayos solares fuertes, las frentes tienen sudor, las sienes también escurren desde la gorra o el sombrero que en algunos cubre la cabeza, los cabellos cortos en los chamacos se secan con las manos. Los ruidos extraños se escuchan en las festividades, bajo el tronar de los cuetes que desde las nubes gritan con esplendor la misa del festejo, esa celebración que trae a los vendedores de globos, los dulces de leche, algodones de azúcar en varas o palitos largos, pero nada como los truenos de ese día, nada como tan raros estruendos que se escuchó hasta en los callejones, los gritos no dejaron escuchar el desvanecimiento del cuerpo de esa mujer que llevaba la cara tan orgullosa de ser la heroína que se dirigió unos minutos antes y que cientos de ojos le miraban con las ganas y las sonrisas claras, ella fue cegada por los proyectiles de la infamia, se le cerraron los discursos, le bloquearon su caminar, le cambiaron la mirada de alguien que quería forjar un futuro para las comunidades de todo el municipio. No se vale que las calles se cimbren con estos espectáculos horrendos, no es válido que las familias lloren estas pérdidas, no debemos tener las manos rojas, ni los ojos tristes, es feo el color negro forzado por estas circunstancias, tampoco se debe cegar el cuerpo de una dama que buscaba el bien de los futuros días, no debemos seguir estas líneas divisorias de los abrazos y ya saben por qué lo escribo, debemos parar, hay que santificar los días, hay que apagar la maldad, sí, esa que se ha desatado por la facilidad de la impunidad, dejemos de hacer que la vida se acorte, agarremos en las manos las cruces del que fue crucificado sin culpa, dejemos fuera la fragilidad que tiene el cuerpo ante las armas que en manos de mentes bajas andan ocultos en la incapacidad de los guardianes enviados desde fuera, acabemos con las marcas de rabia que dan estos actos que siempre se ocultan y no tienen remedio, busquemos solamente la tranquilidad y la solvencia del que sale de casa para regresar siempre y que no se pierda como sucedió ahora. Ya nada se respeta, uno de los mandamientos que cargó Moisés en su brazo derecho no se mete en esas mentes que corren en motos rápidas, se desobedecen las escrituras porque ya no existen en todos los hogares, las manos que se deben usar para invocar a Dios en la figura del cuerpo disparan, apuntan sin reflexionar, los cerebros malos solamente se automatizan, son robots que obedecen conforme al pago o a la simple ordenanza de algún cabecilla, se llevan armas guardadas donde antes se escondían los panes. Ahora debemos implorar porque termine, pare, se acabe esta facilidad, guardemos en el corazón la magia de vivir la vida, se debe acabar con calles cerradas por la investigación tardía, se debe pensar solamente en la maravilla que el Señor nos puso en nuestro cuerpo.