/ domingo 9 de julio de 2023

Inversiones Vuelan

Cuando las inversiones se cansan y deciden comprar los boletos o ya con pases de abordar en mano emigran, sacan del closet los chalecos las corbatas de seda y se guardan los fistoles en los portafolios, los zapatos de uso diario se sacuden un poco y se ajustan los calcetines porque esas son parte de sus acciones después de las pláticas de los mediodías ante los mercados de los monitores internos en las que llegan a la idea de irse, de volar, de emigrar a otros lugares donde exista agua suficiente para regar sus plantas y viendo que la escasez predomina, porque se gastan las infraestructuras y no hay mantenimiento porque andan acarreando y despilfarrando los recursos en propagandas vanas, en mítines simulados llenos de tortas y pasajes con banderas locuras de un medio mediocre que deja a un lado el futuro de una nación y se llena de puro chairo acarreado de doscientos hasta mil ochocientos pago que se dieron en las pasadas elecciones del Estado de México con gente cambiada de tarjeta de elector por una como las tesis de la esa mujer que todos conocemos.

Hablando y doblando la ropa para irse a Singapur, Corea, u otros lugares en los que no se escuchen insultos a las autoridades judiciales, en los que no se vociferen que los periodistas son corruptos y que grita que están al servicio de la oligarquía del dinero porque los trescientos mil millones que tomaron vuelo también es dinero, el espantapájaros matutino logra con sus muecas, con blasfemias y ademanes de payaso trajeado sacar sonrisas de chairos y gallaretas del centro histórico de la ciudad y algunos otros lugares donde las monedas llegan en sobres y tarjetas del ¿bienestar? O las limosnas para completar la compra del refresco. Los inversores se marchan como cuando las hormigas sienten la lluvia salen corriendo con sus pesadas cargas a resguardarlas en otros países, esos países donde el trabajo dobla los billetes, donde el sudor tiene recompensas, donde la tecnología rebasa a los encierros matutinos de palacio, lugares donde se busca la prosperidad y el progreso diario y no anda gastando el dinero de otros en banderines, fotos y gritos con aplausos.

Porque también en su despedida ven como otros productos son marcados como al maíz amarillo con un tache después que una señora se le derramó el café en la falda en su escritorio y anda gritando por las oficinas que es transgénico y que envenena a los pueblos más pobres, si en las afueras de Chiapas no se merca ese dulcísimo y amarillenta mazorca con mayonesa y queso espolvoreado, o transformado en glucosa como endulzante de los deliciosos refrescos negros que en los altos de Chiapas andan pisando y rodando cientos de cascos vacíos que degustaron los paladares de los que casi no hablan buen español, pero tiran la tapas rojas, verdes y amarillas al suelo y que se mezcla con los papeles del panecillo recubierto de sabor a chocolate aunque tenga marcas de gordura, cafeína, grasas vegetales, los semipeinados pequeños pasan al estanquillo y con sus blancas manitas con tierra por los juegos de la escuela circulan toda la estantería donde se ven galletas con gluten, con adornos saltones y esponjosos panecillos que se les pegan en sus deditos ese aceite vegetal sobrante para que salgan fácil de los moldes pero que vienen bien sellados contra moscas y cucas deambulantes diarios.

Los altos de Chiapas necesitan la miel que se saca del maíz amarillo que se importa de EEUU, para degustar tantas golosinas expuestas que saltan a los ojitos con pestañas grises de niñitos de las alejadas primarias, del sur o del norte del país. Tantos peros a las importaciones que marca el tratado tripartita que raya en la ridiculez de quienes cargan los folders vacíos en el brazo, solamente piensan mentiras, nada comprobable, nada con científico respaldo, son ocurrencias del decir no por decirlo, del aplastar con el puño para que los demás volteen, pero el tiempo se acaba y es que nos prometieron suficiencia alimentaria y no pueden pagar a nueve mil pesos la tonelada de maíz blanco que sacan los pequeños e insultados productores que no alcanzan a solventar los gastos por los seis mil que les quieren pagar. Se le olvidó la suficiencia petrolera, la alimentaria, la electricidad, hasta que llegue el siguiente y restablezca su tiradero, porque este país parece corral de vacas de rastro lleno de verde excremento.

Cuando las inversiones se cansan y deciden comprar los boletos o ya con pases de abordar en mano emigran, sacan del closet los chalecos las corbatas de seda y se guardan los fistoles en los portafolios, los zapatos de uso diario se sacuden un poco y se ajustan los calcetines porque esas son parte de sus acciones después de las pláticas de los mediodías ante los mercados de los monitores internos en las que llegan a la idea de irse, de volar, de emigrar a otros lugares donde exista agua suficiente para regar sus plantas y viendo que la escasez predomina, porque se gastan las infraestructuras y no hay mantenimiento porque andan acarreando y despilfarrando los recursos en propagandas vanas, en mítines simulados llenos de tortas y pasajes con banderas locuras de un medio mediocre que deja a un lado el futuro de una nación y se llena de puro chairo acarreado de doscientos hasta mil ochocientos pago que se dieron en las pasadas elecciones del Estado de México con gente cambiada de tarjeta de elector por una como las tesis de la esa mujer que todos conocemos.

Hablando y doblando la ropa para irse a Singapur, Corea, u otros lugares en los que no se escuchen insultos a las autoridades judiciales, en los que no se vociferen que los periodistas son corruptos y que grita que están al servicio de la oligarquía del dinero porque los trescientos mil millones que tomaron vuelo también es dinero, el espantapájaros matutino logra con sus muecas, con blasfemias y ademanes de payaso trajeado sacar sonrisas de chairos y gallaretas del centro histórico de la ciudad y algunos otros lugares donde las monedas llegan en sobres y tarjetas del ¿bienestar? O las limosnas para completar la compra del refresco. Los inversores se marchan como cuando las hormigas sienten la lluvia salen corriendo con sus pesadas cargas a resguardarlas en otros países, esos países donde el trabajo dobla los billetes, donde el sudor tiene recompensas, donde la tecnología rebasa a los encierros matutinos de palacio, lugares donde se busca la prosperidad y el progreso diario y no anda gastando el dinero de otros en banderines, fotos y gritos con aplausos.

Porque también en su despedida ven como otros productos son marcados como al maíz amarillo con un tache después que una señora se le derramó el café en la falda en su escritorio y anda gritando por las oficinas que es transgénico y que envenena a los pueblos más pobres, si en las afueras de Chiapas no se merca ese dulcísimo y amarillenta mazorca con mayonesa y queso espolvoreado, o transformado en glucosa como endulzante de los deliciosos refrescos negros que en los altos de Chiapas andan pisando y rodando cientos de cascos vacíos que degustaron los paladares de los que casi no hablan buen español, pero tiran la tapas rojas, verdes y amarillas al suelo y que se mezcla con los papeles del panecillo recubierto de sabor a chocolate aunque tenga marcas de gordura, cafeína, grasas vegetales, los semipeinados pequeños pasan al estanquillo y con sus blancas manitas con tierra por los juegos de la escuela circulan toda la estantería donde se ven galletas con gluten, con adornos saltones y esponjosos panecillos que se les pegan en sus deditos ese aceite vegetal sobrante para que salgan fácil de los moldes pero que vienen bien sellados contra moscas y cucas deambulantes diarios.

Los altos de Chiapas necesitan la miel que se saca del maíz amarillo que se importa de EEUU, para degustar tantas golosinas expuestas que saltan a los ojitos con pestañas grises de niñitos de las alejadas primarias, del sur o del norte del país. Tantos peros a las importaciones que marca el tratado tripartita que raya en la ridiculez de quienes cargan los folders vacíos en el brazo, solamente piensan mentiras, nada comprobable, nada con científico respaldo, son ocurrencias del decir no por decirlo, del aplastar con el puño para que los demás volteen, pero el tiempo se acaba y es que nos prometieron suficiencia alimentaria y no pueden pagar a nueve mil pesos la tonelada de maíz blanco que sacan los pequeños e insultados productores que no alcanzan a solventar los gastos por los seis mil que les quieren pagar. Se le olvidó la suficiencia petrolera, la alimentaria, la electricidad, hasta que llegue el siguiente y restablezca su tiradero, porque este país parece corral de vacas de rastro lleno de verde excremento.