El pasado 10 de diciembre fue el Día de los Derechos Humanos, fecha elegida en conmemoración al día en que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), documento reactivo a las atrocidades realizadas antes y durante la Segunda Guerra Mundial en algunos de los países participantes en ella.
Al parecer, la esencia de los derechos humanos no ha permeado lo suficiente, pues los discursos construidos a partir de ellos, con frecuencia, tienen equivocaciones. Recuerdo que, hace ya más de dos décadas, un candidato presidencial lanzaba spots advirtiendo que los derechos humanos eran para los humanos y no para las ratas, refiriéndose a los ladrones que perseguiría y encerraría en prisión, o bien, en ellos se escudan para para argumentar protección a personas que hacen disturbios. O está la otra cara, cuando prejuzgamos y omitimos el respeto a la presunción de inocencia, por ejemplo.
Se parte de la premisa de que los derechos humanos son dogmas, por tanto, es probable que nuestra visión de ellos sea inaceptable en otras latitudes, señaladamente en el medio oriente; lo que para el mundo occidental puede ser indigno, para el oriental, no. Además, cada Estado, en ejercicio de su soberanía, establecerá los derechos humanos que estime necesario respetar, positivizándolos, es decir, convirtiéndolos en norma jurídica, toda vez que cada comunidad tiene distintos procesos históricos, luchas, visiones y los derechos humanos derivan, precisamente de estos elementos, del dolor, del martirio, del sufrimiento humano, en consecuencia, se tratan de conquistas sociales y políticas: jornada de trabajo, libertad de expresión, voto femenino, libre desarrollo de la personalidad, por citar algunos.
Existen diversas especies de derechos humanos: (i) las que se enfocan en el individuo, en su autonomía, raciocinio y libertad de decidir, denominados derechos civiles y políticos, tales como expresarme libremente, escribir, publicar, creer en la divinidad que estime conveniente o no creer, o transitar de un lugar a otro y (ii) los que se orientan a la protección de la comunidad, llamados derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, entre los que se encuentran el derecho a tener un medioambiente saludable, a la salud, a la educación, a la cultura. Ambos viven en tensión, pero no son excluyentes: derivan de los principios que motivaron la Revolución Francesa: igualdad, libertad y fraternidad.
A todos corresponde velar por el respeto a los derechos humanos, en eso también consiste ser un buen ciudadano; la manera de hacerlo dependerá de nuestra disponibilidad, aptitud o preferencia: desde el litigio estratégico hasta la denuncia anónima.
Es importante señalar que el ejercicio de derechos humanos se encuentra acotado, hay restricciones, pues como mencioné, deben sujetarse a la normativa correspondiente, ya sea una ley una resolución judicial.
Trabajemos para que todas las personas estemos en posibilidad de ejercer todos los derechos.
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